Dejan todo en Argentina para hacer pozos de agua en África

Gustavo González con su mujer Laura y sus tres hijos decidieron mudarse a Guinea-Bissau para realizar trabajo humanitario.

Bàrbara Defoix

El funcionario municipal Gustavo González tomó una arriesgada decisión junto a su familia: mudarse de Dina Huapi en la Patagonia a Guinea Bissau. El próximo noviembre él junto a su esposa y sus tres hijos partirán rumbo a África donde proyectan pasar los dos próximos años colaborando con Agua x vida, una asociación sin fines de lucro cuyo objetivo es brindar ayudas a aquellos que no puedan acceder a este recurso.

Guinea-Bissau es un país ubicado al oeste de África que limita con Senegal al norte, Guinea al sur y al este, y con el océano Atlántico al oeste. Su lengua oficial es el portugués, aunque se usa más que nada en el ámbito comercial y de negocios, mientras que la mayoría de la gente habla kriolu.

Desde enero que la familia González trabaja para mudarse a fines de año al continente africano. Plantean alquilar varias de sus propiedades en la Patagonia para poder mantenerse durante su estadía. Además, en un tiempo empezarán a vender varias de sus pertenencias, como su camioneta o el televisor, para juntar más dinero. Cada uno de ellos viajará con dos valijas y otra de mano, un total de 15, en las que habrá sobre todo medicamentos y elementos de primera necesidad, además de un ukelele y un teclado de Giuliana, la del medio.

Para esa fecha Matías, el mayor, ya tendrá 18 años, Giuliana habrá cumplido los 12 y Juan Marcos, el más chico, tendrá 8. El viernes pasado ya se dieron todas las vacunas correspondientes.

Los cinco están emocionados con su mudanza y desean que los meses que quedan pasen rápido para emprender esta inminente aventura. Sin embargo no cuentan con el apoyo de algunos miembros de la familia que ven su decisión como una locura. “Parte de la familia no está de acuerdo y eso se entiende y duele”, reveló Gustavo en una entrevista telefónica con PERFIL.

Gustavo viajó el pasado 14 de marzo hasta Guinea-Bissau donde permaneció un mes para ver donde iban a vivir y tener un primer contacto con su futura casa. Cuando se le pregunta por qué tomaron esta determinación no duda en responder: “Por amor a Dios y al prójimo”.

— ¿Cómo surgió la idea de colaborar con Agua x vida y mudarse a África?
— Fuimos a Córdoba en en 2015 y ahí había un stand de la asociación. Mis hijos se interesaron y vendieron sus juguetes, libros, etc. Juntaron 1500 pesos, fuimos al banco con ellos, lo depositaron y a través de dos entrevistas por radio que le hice al director, Alejandro, conocimos su proyecto. Él era petrolero y en vacaciones se tomaba un mes para hacer pozos de agua en Guinea-Bissau, hasta que al final se mudó allí con su esposa Paola y sus 3 hijas. Allí adoptaron el año pasado a Djiro, de 15. Y más o menos nos contagió un poco la historia.

— ¿No les asusta el hecho de que en África la situación a nivel salud y política es más riesgosa?
—Sí, las enfermedades son riesgosas pero nos pusimos todas las vacunas. Ese es el punto donde uno más tiene que aplicar la fe y tomar una decisión. Llevamos medicamentos. Hay, no es que no hay, médicos, no tenés OSDE, ni Swiss Medical ni el Garrahan pero todo lo que humanamente podemos llevar, lo que está de nuestro lado, lo llevamos. En el caso de tener un problema sí que podemos ir a Portugal que hay vuelos directos y atendernos ahí. Tenemos herramientas que el lugareño no las tiene. El temor que nos ocurra algo acá también está, me tengo que entregar todos los días a Dios porque nuestros hijos son lo más importante que tenemos. Tuve que trabajar bastante igual para concientizarme sobre África.

—¿Qué pueden aportar allá?
—Les cambiamos a los locales que tengan que caminar 5 km para ir a buscar agua, a tenerla en la aldea. También se las enseña medidas de higiene que no tienen. Como por ejemplo tiraban las pilas al agua, hacían una letrina al lado de donde sacaban agua o se reían cuando veían un papel higiénico en la camioneta porque se pensaban que eran servilletas que venían redondas, ellos cuando van al baño se lavan con las manos. Se enferman y nunca saben porqué. Se concientiza y se enseña de eso.

—¿Cómo fue su primer viaje allí?
—Cuando llegué vi que hay muchas personas de otros lados, portugueses, brasileños, españoles que están viviendo ahí con sus hijos y a ninguno no lo vi tan preocupado, el que lo estaba más preocupado era yo. Una de las cosas que me llamó la atención era la gente nativa, la alegría. Estaban todos contentos, no llegué a ninguna casa en la que me hablen de la inflación, la gente no está tan afectada amargada como acá. Es gente muy afectuosa.

—¿Qué planes tienen para poder comunicarse con los demás?
—Vamos a tener un profesor los primeros seis meses que sea del lugar. Vamos a ir a hacer los mandados con él para aprender de la manera más práctica que sea, estar sentados en una mesa durante horas aburre a los chicos, iremos a pasear, saldremos. Eso los atrapa.

—Si bien hay una parte de la familia que no los apoya, ¿se sienten contenidos?
—Tenemos muchos amigos de distintos lugares y en distintos lugares del mundo que nos están apoyando, tengo una familia mucho más grande que la biológica.

Gustavo y Matías van a trabajar en la construcción de pozos mientras que su esposa, Laura, se centrará en la educación de los otros dos chicos, que desde hace un tiempo que ya hacen homeschooling. “Conociendo al personal, seguramente luego mi mujer va a estar trabajando en alfabetización, cuando domine el idioma seguro se mete con algo de eso, le pondría un par de fichas”, explicó Gustavo entre risas.

“Me encantaría que mis hijos aprendan y sigan así, que su tesoro sea amar a dios y al prójimo y no tener un título, no está mal eso pero perder la vida tratando de ser el mejor y siempre hay alguien que te gana y asi van a estar pudiendo salvar vidas”, valoró Gustavo.

Foto:Gustavo González

Fuente: Perfil.com

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