30 días y monedas – Por Víctor Casanovas –

Foto: Criterio Online

Parece lejano ese 10 de diciembre en el que el régimen neoliberal tomaba las riendas de la Casa Rosada a manos del nuevo presidente. La sensación surge de la angustiante situación que parieron las medidas adoptadas por Ceo de la Corporación Cambiemos y que ha hecho del Estado una empresa y del trabajador una vía de ajuste.

Hasta ahora, no hay nada nuevo bajo el sol en todo lo que digo. La premura y la rapidez con la que se ha movido el gobierno de Macri para desandar el modelo de Estado de Bienestar, ha sido un claro ejemplo de las terapias de shock fiel al estilo Chicago Boy’s.

Si, aunque parezca mentira, a quince años del Argentinazo del 2001 volvemos a las crisis que los austeros dibujan para justificar la toma de deuda a nombre de todos, y que solo redundan en onerosas comisiones para unos pocos. A diferencia de aquél nefasto año que quedó marcado con sangre en los manuales de historia, el macrismo supo recibir un país fácil para la gente, una Argentina en marcha y con vistas de ir “por lo que falta” en busca del pleno empleo. Es verdad, con un contexto internacional complicado, donde nadie compra por la fuerte crisis económica que vive el mundo desde 2008, pero que tenía su cuota de crecimiento en el fortalecimiento del mercado interno y la búsqueda de mercados alternativos entre los países en desarrollo, para la consolidación de un modelo de crecimiento económico con inclusión social. Algo que en la Argentina del desendeudamiento y el mundo con bajas tasas de interés era algo más que posible.

Sin embargo, de lo único que se habla es de la quita de impuestos a las multinacionales cerealeras y los grandes frigoríficos; mientras se despiden miles de argentinos y se dejan a afuera a los que trabajan la tierra de las ganancias que suponen la quita de las retenciones. Medidas que lo único que logran es languidecer el consumo, concentrar la riqueza y entorpecer cualquier modelo productivo en favor del sector financiero.

Tan burda y clara es la realidad, que el responsable de la última gran estafa llamada Megacanje (Federico Sturzenegger) será uno de los responsables -junto al ex agente de bancos extranjeros Alfonso Pratt Gay- de afilar los números y cerrar acuerdos para subsidiar con los fondos del Estado Argentino, la timba financiera que se está gestando en el seno del nuevo gobierno.

Lamentablemente, en la Argentina de hoy, ya no hay sindicalistas reclamando por ganancias sino tratando evitar que los trabajadores sean parte de las pérdidas, en un modelo que sólo cierra con mucha gente afuera.

La esperanza queda en ese 49% de empoderados que, con sus matices y sus diferencias, tienen bien claro qué cosas no estan dispuestos a resignar: la dignidad del trabajo, la posibilidad de acceder a su propia casa y la tranquilidad de tener un rumbo claro y perfectible.

Lo demás quedará para el tiempo que el pueblo entero otorgue antes de juzgar. Lo cierto, es que se vienen tiempos duros para las mayorías y que el único camino para avanzar en la resistencia a un modelo depredador de derechos, es la constitución de una oposición inteligente capaz de mantener los apoyos recibidos en la última campaña y que logre seducir a esa parte del electorado que hace la diferencia entre la Argentina de todos o de la “belle epoque” para unos pocos. El plus, lo obtendremos seguramente, cuando vuelva al ruedo la conductora del movimiento nacional y popular, Cristina Fernández de Kirchner. La única caja de resonancia posible para la voz del pueblo, que pueda romper con la hegemonía impuesta por la agenda mediática de la política.

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