Crimen Organizado, Educación y Cultura. “Reflexión sobre las paritarias docentes desde la criminología”

Rodrigo Bentaberry - Foto Criterio Online

La nueva criminología de manera amplia acepta al delito como una conducta humana, dicha cuestión, hoy se presenta desde las posturas más conservadoras hasta las progresistas. Es indispensable entender que el concepto de delito viene mutando de manera incesante los últimos 30 años, ya no hablamos de conductas individuales y los códigos penales del mundo tienden a proteger a la sociedad de estructuras criminales más complejas, que llevan en muchos casos e incluso a poner en jaque al estado de derecho. Esa mutación, de lo individual a lo colectivo responde no tan solo a fenómenos pura y exclusivamente criminológicos, sino que lo hace también desde la impronta que genera los medios de comunicación y de información; los cuales no están ajenos a la conducta de la cual depende gran parte del comportamiento humano. Tenido consideración la irrupción de los medios tecnológicos en la vida social, el ámbito criminológico no ha quedado exento, es más, la trilogía formada por conducta, ideario colectivo y poder de penetración informativa, generan una nueva conciencia social que repercute sin lugar a dudas en la conducta del individuo. Pensar que el accionar del individuo no se ve influenciado por los fenómenos de globalización de la información, de repercusión de las redes sociales y de masificación seria de algún modo negar la propia identidad cultural del hombre del siglo XXI. Ahora bien la noción de comportamiento delictivo ha cambiado para siempre, sin lugar a dudas la criminología encuentra hoy un ámbito de estudio en el sentido cultural del delito, ello implica que un correcto análisis de la problemática criminal, necesariamente tenga en consideración su aspecto cultural y su influencia directa sobre los individuos. Dicho de manera clara, la cultura también es parte integrante delito y se representa como un nuevo paradigma de las relaciones sociales, siendo un fenómeno que se aplica por igual en todas las naciones del mundo.

El estudio de la interrelación entre cultura y delito no es nuevo, y su significado ha sido abarcado por gran cantidad de autores, es innegable que los ingredientes que componen la estructura moderna de la noción de cultura encuentran también fundamentación en dichos elementos, que forman sin lugar a dudas caracteres indisolubles de la personalidad humana, y con ello de su conducta. La influencia del cine, de la televisión y de la literatura va dejando paso a la que generan actualmente las redes sociales y los soportes informáticos de visualización, esa irrupción de la que vengo dando cuenta, ha trasformado la realidad cotidiana de las personas e incluso sus comportamientos. La criminología no puede estar exenta del fenómeno referenciado y su estudio se hace necesario para comprender en la magnitud de la problemática del delito y el comportamiento criminal. La gran pregunta será si este fenómeno es natural o depende de otros factores que se corresponden a no a la generación espontánea sino específicamente a la manipulación cultural con fines de reconducción del delito; es decir si el mensaje cultural está teñido de mensajes que incitan a la comisión de ciertos delitos por sobre otros, un redireccionamiento con la única intención de la estandarización de las formas delictivas. En ello quisiera detenerme puesto que ya podremos comprobar la existencia de algunos teoremas sobres este punto. El primero que expresamos es el “poder de penetración informativa”, que está compuesto no sólo por la generada por los medios tradicionales como el diario, la televisión o el cine, sino que actualmente se corresponden también por los soportes informáticos de divulgación y las redes sociales. Es decir que el redireccionamiento del poder de penetración informativa genera en sí mismo la posibilidad cierta de manipular contenido informativo con cualquier fin, incluso el de estandarización de las formas delictivas. Ahora bien, este es el eje central que permite ver las cosas desde otro ángulo, desde una reconstrucción incluso de los pensamientos de los propios seres humanos, quienes están conducidos no a la comisión de cualquier delito; sino específicamente a la consumación de algunos en particular todo con el único objeto de su mayor contralor social por parte al grupo de pertenencia.
No podemos desconocer que la irrupción del narcotráfico como delito generalizado implica también, una nueva forma de criminalidad y ello se ve reflejado en la metodología totalmente diversa de consumación del delito quien ya no estará cargado más de una impronta individual, es decir de comportamiento aislado netamente unipersonal, para comportarse como una cuestión de grupos, el delito grupal actual es auto referenciado de forma cultural. El proceso es el que denomino de transculturización que es obtenido por medio de la inducción informativa de mecanismos prediseñados de criminalidad grupal y organizada. Este proceso presenta dos tipos de características bien diferenciadas, la primera es su actitud metodológica y la segunda, es de neutralización encubierta del comportamiento delictivo. Es metodológico porque se presenta como un número ininterrumpido de actos culturales destinados principalmente a la trasformación de la personalidad humana. Neutraliza el comportamiento criminal porque justifica el comportamiento delictivo por parte de los grupos criminales, puesto que ya no estamos en presencia de una actitud injustificada, sino que se comete el delito por un abanico incalculable de injusticias del sistema.

En las primeras fases la inducción informativa se realza la potencialidad de la pertenencia al grupo, se comprende la instalación del defensa grupal; es decir se pertenece al grupo en función de básicas nociones de supervivencia, que imponen a la situación de pertenencia una cuestión de supervivencia humana, el mandato es “se pertenece al grupo o se muere” y por fuera del grupo se es injustamente tratado. El grupo es el único que proporciona las necesidades básicas destinadas al bienestar, alimenta, da cobijo imparte justicia, y proporciona la única manera de posibilidad de ascenso en una sociedad que siempre es desigual. Casi coetáneamente con la de pertenencia al grupo se induce la idea de territorialidad, es decir el grupo no es errante o nómade, sino que por el contrario tiene un territorio a defender, que solo le pertenece a los miembros del grupo quienes deben protegerlo, puesto que de su protección depende justamente la supervivencia del cuerpo grupal.

La segunda fase está compuesta por la instalación de la idea de fanatismo e idolatría, en donde los grupos criminales se reconocen a sí mismos como prácticamente un culto pseudoreligioso, incluso se instalan en muchos casos rituales iniciáticos, comprenden rigurosos criterios de contralor a los nuevos miembros. En la última fase se instaura la idea de “inmolación”, surgiendo como última del círculo de la inducción cultural. Es por eso que la observación criminológica de estos grupos en su etapa gestacional, debe comprender los rubros mencionados, es decir, pertenencia al grupo, territorialidad, fanatismo o idolatría e inmolación. Distinguiendo y analizando con claridad estas etapas podremos saber en qué grado de inducción informativa se encuentra el grupo criminal. Las únicas faces que permiten una desprogramación cultural son las de pertenencia al grupo y territorialidad. Ingresaremos pues a la cuestión de la programación cultural que es un proceso más complejo y que requiere un especial análisis, es fundamental primero entender que el mismo no e se lleva a cabo por generación espontánea o por convivencia con un grupo de aprendizaje , sino que superadas las nociones clásicas de la criminología de Sutherland, debemos comprender que en los grupos criminales actuales la programación cultural es un proceso inducido y llevado a cabo de forma deliberada por los mandos, puesto que es el resultado precisamente de la triunfante inducción informativa. Dicho de manera clara, la programación cultural delictiva es un estado psíquico en el cual se encuentra un miembro de una organización criminal que le impide reconocer cualquier contacto con la realidad normativa o moral, siendo entonces un “programado” un sujeto del cual ciertamente los modelos clásicos de tratamiento penitenciario no pueden dar resultado alguno. Generalmente este tipo de organizaciones se nutren de los grupos más vulnerables de la sociedad dando nacimiento a un primer grupo de personas denominadas “programables” que simbolizan un campo fértil para sumarse a las filas de este tipo de organizaciones. Al igual que sucede con las organizaciones terroristas, las criminales tienden a realizar tareas de reclutamiento para iniciar un proceso de programación cultural, con la clara predisposición que crea la inducción informativa que es de carácter objetivo su tarea tiene muchas más posibilidades de triunfar.

Los países en altos índices de criminalidad organizada son aquellos en los que la inducción informativa ha triunfado, y esto tiene una clara connotación en su política criminal, naciendo de esta manera un contra relato informativo tendiente a minimizar su alcance e impacto. No serán ya los mecanismos represivos habituales como la policía o diferentes fuerzas de seguridad, las encargadas de combatir un esquema tradicional delictivo, sino que estas nuevas formas de criminalidad motivadas en la inducción informativa, requerirán de mecanismos mucho más complejos, porque van a ser otros que los que contrarresten una determinada carga condicionada del individuo, “la lucha contra el crimen organizado en el siglo XXI es cultural.” Es por eso que considero que para combatir eficazmente el delito, necesitamos reforzar cualitativamente y cuantitativamente todos los medios potenciales de generación de cultura, entre ellos se encuentran comprendidos los básicos como la escuela en sus diversos niveles y los universitarios , así como permitir prontamente el acceso a nuevas tecnologías de formación que impliquen un redireccionamiento cultural del hombre, que impliquen que la idea de éxito no está ligada a pertenecer a una pandilla o ser narcotraficante es por eso que en este contexto nuestros docentes y nuestros niños son importantes, porque sin cultura no habrá seguridad en los próximos años.

Por Rodrigo Bentaberry

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